Nuestra Semana Santa


La principal singularidad de la Semana Santa lucentina es la “santería”( he aquí un pequeño resumen se extenderá más abajo) entendida como el modo peculiar de procesionar los “tronos” con las imágenes. “Santear” es la acción de portar sobre el hombro el “trono”, de acuerdo con unas normas – no escritas – de respeto y de solemnidad, que la convierten en un logro de apreciables valores estéticos. La participación en una cuadrilla se realiza por elección del manijero – hecho denominado “aviar”-. Una vez “aviados”, los santeros constituyen una asociación cuya cohesión permanecerá hasta que concluya la procesión. La santería se rodea de una serie de actos rituales entre los que destacan las “juntas”, en las que la comida en común establece lazos de camaradería necesarios para el esfuerzo conjunto el día de la procesión. En las juntas los santeros cantan las saetas denominadas de “santería”, acompañadas por el toque de tambor. La Semana Santa lucentina asienta sus pilares en una añeja tradición cofrade, que se remonta a comienzos del siglo XVI. La más antigua hermandad pasional, la de la Veracruz, ya existía con anterioridad a 1554 y fue origen de varias cofradías que se mantienen con gran pujanza. Diez años más tarde se eregía en la iglesia de Santiago la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad. La cofradía franciscana de Pasión extendió su acta de nacimiento en 1576, en el convento de la Madre de Dios, y ya en los años finiseculares del XVI, en el convento de Santo Domingo, nació la cofradía de Jesús Nazareno, devoción pasionista más arraigada de la ciudad, que ha mantenido ininterrumpidamente los elementos diferenciales que enlazan con la vieja Semana Santa de Lucena. Finalmente, en 1606, se fundó la cofradía del Carmen. De todas ellas, sólo la de Jesús superó sin decadencia el difícil siglo XIX y las olas de irreligiosidad de comienzos del XX. Durante la dictadura de Primo de Rivera, a partir de los restos de las exhaustas hermandades antiguas, Lucena asistió a un gran movimiento de recuperación cofrade. Tras una larga crisis iniciada a mediados del siglo XX, la Semana Santa de Lucena comenzó un espléndido renacimiento, cuyo arranque puede situarse en la fundación, en 1969, de la cofradía del Cristo del Amor. En los dos últimas décadas del siglo XX, la Semana Santa lucentina ha vivido un periodo de esplendor paralelo al progreso económico de la ciudad, lo que ha permitido la renovación y mejora de los enseres y el encargo de nuevas imágenes a destacados escultores contemporáneos. Treinta y cinco pasos de dieciséis cofradías recorren las calles lucentinas entre los domingos de Ramos y Resurrección.






La Santería:Lucena es una de las ciudades andaluzas donde el modo de llevar las imágenes procesionales adquiere por su singularidad capital importancia. A ese modo se denomina con un verbo sustantivado: el santear, que ha engendrado todo un rico y complejo mundo ritual llamado santería. La santería es actualmente un sistema ritual asociativo temporal de varones (santeros que constituyen la cuadrilla), seleccionado y dirigido por uno de ellos (el manijero), cuya finalidad es la de llevar a hombros los tronos procesionales de un modo característico llamado santear.
El término “santero” en su acepción genuinamente lucentina no lo encontramos en la prensa escrita hasta 1906. Se puede leer: “Excepción hecha de la expulsión de un santero por el dueño de un paso, cuya expulsión la motivó el que el expulsado abandonase su preciosa carga por empinar el codo y al volver a su puesto quisiera enmendar su falta con cantar una saeta, nada que mereciese dura corrección ocurrió”.


Lucena se distingue por su santería y por la labor de los santeros: quienes sobre sus hombros y desde el exterior del paso llevan los tronos de la Semana de Pasión lucentina.

El nacimiento de la santería tuvo su cuna en la Archicofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Lucena. En su seno, el 21 de marzo de 1839 se prohibió el uso del correón, una especie de banda de cuero que a modo de bandolera unía a la peana del paso a los hombres que lo portaban. Pero tan dificultoso y violento era este modo de llevar el paso, que se llegó a la determinación de prohibir su uso tal y como cuentan los libros de actas que se conservan en el archivo nazareno.

A partir de ese momento, nació la santería, primero en esta cofradía y paulatinamente en todas y cada una de las hermandades que salen a la calle en la Semana Santa de Lucena, además de la procesión en honor de la patrona del municipio: la Virgen de Araceli, donde se mantiene el modo de llevar el paso.

Dentro del arte de la santería juega un papel fundamental el manijero, un papel asimilable al de capataz en las procesiones habituales en el resto de localidades. Pero el manijero reúne unas particularidades que también distinguen la tradición de la Semana Santa de Lucena. Él es quien dirige el paso durante la procesión, pero a la vez también lo lleva sobre su hombro, siempre desde la esquina delantera derecha del trono. Sólo se es manijero un año y es él quien elige al resto de los santeros, según su altura, valía y afinidad. Y es que la confianza del manijero en sus santeros es esencial, porque en la Semana Santa de Lucena, como diferencia también con otras, no existen los ensayos previos y todo tiene que salir a la primera el día grande de cada Hermandad.

Sin ensayos, lo que las Hermandades celebran en Lucena son distintas juntas para coordinar la salida en Semana Santa. Las principales son la «junta de sitios»’, donde el manijero dispone a cada santero en el lugar del trono donde procesionará y la ‘junta de marca’, donde se toman medidas de los santeros desde el suelo a su hombro, para adosar al paso en cada uno de los puestos unas cuñas de madera según la altura de cada cual, de manera que el paso quede en perfecta línea horizontal a hombro de todos los santeros. En todo caso, para conocer de manera exacta el recorrido de la procesión, el manijero y sus santeros realizan previamente el itinerario a pie, pero sin trono.

A golpe de la campana del manijero –cada uno coloca la suya propia en el paso y se la guarda de recuerdo de esa Semana Santa-, los santeros avanzan o detienen el desfile y los tronos de dieciséis Hermandades recorren las principales calles de la localidad, donde también destaca la orfebrería de los pasos lucentinos, heredera del sector del metal en que el municipio fue puntero.

Y una particularidad más de esta fiesta: los pasos no avanzan al ritmo de la banda de música. Ésta va delante o detrás de la procesión con los nazarenos, pero junto al trono sólo el sonido de los tambores marca el paso de las procesiones.El santear está sujeto a normas estéticas, correspondientes unas a la postura del santero (normas individuales), y otras, al movimiento del conjunto, que trata de adaptarse al paso o momento iconográfico portado, contando para ello con la colaboración rítmica de los tambores. De aquí nacen los estilos o pasos básicos que podemos dividir, a efectos exclusivamente escenográficos, en dos grupos: dinámicos y estáticos.
Entre los primeros se encuentran el de Ntro Padre Jesús Nazareno, que procurará dar la sensación de que la imagen camina con la dificultad procedente del peso de la cruz; el del Ntro Padre Jesús Amarrado a la Columna, que tenderá, por medio del botao a escenificar la respuesta física de Cristo a los azotes recibidos; el del Santo Entierro de Ntro Señor Jesucristo , coleao, para evocar el transitar de una carroza fúnebre.
Los pasos básicos que podemos denominar estáticos son dos: El maseteao o mecido, propio de los crucificados muertos, nada movido, como si hubiera que evitar despertar al Señor de su sueño de muerte; y el de las Dolorosas, mecido lento, solemne, en evocación, quizá, del andar de una Reina. Se hace preciso señalar que esos pasos básicos experimentan en ocasiones modificaciones, dependiendo de la interpretación que del modo de llevar un trono haga el manijero, quien, a la postre, es el responsable último de cada santear. Podemos también concluir que en el caso de las representaciones de Cristo vivo el paso suele estar provisto de intencionalidad dramática.
Las andas propiamente dichas son conocidas por el nombre de parigolón o parigüelón, que tiene cuatro largueros, varales, dos costados y dos interiores. Se entiende por sitio el lugar de cada santero en el parigolón. El conjunto de santeros se denomina cuadrilla. El santero recibe el mismo nombre que su sitio y éstos se agrupan en cuatro sectores o esquinas. El santero del extremo delantero derecho, según el sentido de avance, es el manijero, quien ejerce la máxima autoridad. Él elige a los demás santeros y ordena cuándo han de avanzar o detenerse accionando el timbre, colocado a su alcance. Además utiliza su voz para transmitir otras órdenes. La jerga ha consolidado esta autoridad del manijero creando un verbo aplicable en exclusiva a él: mandar.


La esquina es el germen toponímico de la santería. 
Los otros tres santeros de los extremos de los varales costados, llamados también esquinas como los referidos sectores, tienen una cierta autoridad sobre el resto de su sector. La esquina izquierda del avance, es la esquina izquierda. Las esquinas traseras se nombran de acuerdo con la dualidad que hace referencia a su distancia al manijero. La más cercana a éste es la esquina de la salud, mientras que la más alejada es la esquina mala
Todos los demás sitios, excepto dos, se nombran como componentes de su respectiva esquina (sector). Los seis sitios de cada esquina en un parigolón de 24 santeros -tipo medio- se llaman esquina (el santero del extremo de cada costado, ya referido), contraesquina, pata, contrapata, punta el varal y repisón. La contraesquina es el inmediato contiguo a la esquina en el mismo varal. El prefijo “contra” adquiere aquí a la vez dos significados que en el lenguaje general tiene: el de refuerzo, como en contrafuerte, y el de subordinación jerárquica inmediata, como en contralmirante.
La contraesquina es contigua en el mismo varal a la pata, sitio llamado así por encontrarse en su cercanía la pata del parigolón. La pata linda también con la contrapata. El más cercano al santero esquina en el varal interno es la punta  varal. Junto a la punta el varal y compartiendo éste está el repisón, llamado así, probablemente, por ser el más próximo a la repisa, peana o trono. En los parigolones de número impar de sitios en el costado, queda en el centro uno libre respecto de las esquinas. Es la cimbra, por ser ése el lugar correspondiente al vértice de cimbreo en los listones de madera.Las túnicas de los santeros eran las mismas que las de los hermanos, pues en 1688 el Cardenal Salazar obliga mediante decreto a los penitentes, disciplinantes y hermanos en general a llevar la cara descubierta, pudiendo nacer la túnica tradicional lucentina algo después. Cuando en los años veinte del siglo pasado, se crean las cofradías del Cristo de la Sangre, del Cristo de la Columna y de la Pollinita, y se reorganiza la de la Soledad, emplean para los penitentes el atuendo de estilo sevillano con cubrerrostro; sin embargo, los santeros permanecen como siempre, a cara descubierta. A lo largo del siglo XX se irán perfilando detalles, como el de acortar la túnica, utilizar camisa blanca bajo esta y pañuelo blanco al cuello, o que los tamboreros se coloquen detrás del trono.

Así, con túnica, capirote desde la frente y sobre la espalda, la cara descubierta y una almohadilla para amortiguar el peso en el hombro, los santeros siguen año a año esta particular tradición que tiene además otras reglas no escritas sobre su indumentaria y comportamiento durante la procesión que conforman también la identidad de esta fiesta religiosa en Lucena.


Cada cofradía elige a los manijeros de sus imágenes Titulares, los que se encargan de formar («aviar» es el verbo empleado) sus cuadrillas de santeros que se van reuniendo a lo largo del año en las llamadas «juntas», donde se relacionan junto a un perol, vino de la tierra (aunque se añaden otras bebidas, el vino ha de estar presente) y la saeta santera que se cantan entre ellos. El número de «juntas» es variable, aunque de todas ellas destacan dos: la que se celebra para dar los sitios o «junta sitios», y la denominada «junta marca». En la primera, el manijero informa a cada santero del lugar que ocupa en esa santería. En el trono hay cuatro esquinas: esquina del manijero (la derecha), esquina izquierda, esquina mala (la opuesta a la del manijero) y esquina de la salud (la trasera derecha); cada una con los siguientes sitios:

–En los varales de las esquinas: esquina, contraesquina, pata, contrapata y, en algunos casos, cimbra y segunda contrapata.

–En los varales interiores: punta varal y repisón.

En la «marca», todos los santeros se «miden», para que se les marque su altura; posteriormente, un carpintero realizará las «cuñas», unas piezas de madera que se colocan en cada sitio del trono, para que este esté equilibrado y se reparta el peso entre los santeros.

En ninguna de estas «juntas», ni fuera de ellas, se ensaya con trono, estructura o similar. Al respecto, únicamente el manijero comenta qué paso (de qué modo se santeará) llevará el Cristo o la Virgen durante su recorrido.Para la procesión, los santeros tienen una vestimenta típica: túnica corta y capirote sin cubrerrostro (del color de la cofradía), camisa y pañuelo blancos, pantalón de medio ancho, y botines (generalmente, negros). Deben estar afeitados (sin barba ni bigote) y no deben lucir relojes ni pulseras (no obstante, sí llevan gemelos en los puños de las camisas). El proceso de vestir a un santero suele pasar de padres a hijos y aún tiene carácter íntimo.

Unas horas antes de la procesión, todos los santeros se reúnen en la casa del manijero y, desde ahí, van a tomar café y, luego, parten hacia la iglesia, realizando el llamado «paseíllo», en el que caminan por algunas calles de la localidad al redoble de los tambores y, en los pasos que lo llevan, del torralbo (una corneta con un toque peculiar que anuncia a Cristo; solamente cinco pasos lo tienen: las dos Pollinitas, Cristo de la Columna, Jesús Nazareno y el Santo Entierro).

En la iglesia, antes de iniciarse la procesión, cada santero amarra una almohadilla –que preparó en su casa– a los asones (asideros que tienen los tronos en los varales) que corresponden a su cuña, para que la madera de esta no se clave en el hombro. Este es otro momento íntimo, puesto que en el templo solo entran los hermanos penitentes de la cofradía, los santeros y algunos familiares.
Las salidas de los templos se hacen con tiento y sin prisa, salvo la de la Columna. Los santeros agarran el trono de los asones y atraviesan la puerta del templo hacia la calle. Una vez allí, dejan el trono en el suelo y cada uno se va a su sitio. El manijero mira hacia la esquina izquierda y la de la salud y, si están todos los santeros en su lugar, formula en voz alta una pregunta: «¿Estáis?» La esquina mala, que habrá mirado también desde su ángulo, responde si todo está en orden: «¡Puestos!».
Tras esto sucede la subida a hombros, la primera prueba del hacer de la cuadrilla. El manijero dirá en voz alta los «tres tiempos» para subir el trono, marcando una breve pausa en cada uno: los muslos, la sangría y el hombro. Aunque esto es lo habitual, encontramos ocasiones en que a algunos Cristos se les sube directamente al hombro, en «un tiempo», de un tirón; pues, como comentaba, es la primera prueba de valía de la cuadrilla. En el encierro del paso, se realizará de forma inversa, tras el aviso del manijero de que se desprendan de las horquillas que llevan los santeros para que el trono repose cuando están parados («¡Fuera horquillas!»): sangría, muslos y suelo. Esre siempre en «tres tiempos».
Y con el timbre, que siempre toca el manijero, el trono descansará en las citadas horquillas. Después, el manijero avisa con un fuerte siseo de que se coloquen para avanzar y, colocados inmediatamente, con el timbre dan pasos al ritmo del tambor hasta que aquel suena de nuevo y el trono vuelve a reposar en las horquillas: el movimiento entre timbre y timbre se llama «horquillo» o «jorquillo» (tiende a denominarse «horquillo»). El santero debe santear con el cuerpo y el cuello erguido, por un lado, por estética y, por otro lado, como prueba visible de que cumple su función en su sitio. Como nota curiosa, la tradición mandaba que al buen santero se le regale puros durante la estación penitencial y, al malo, un puro torcido o quebrado; hoy, sin embargo, los familiares y amistades le entregan el puro en perfecto estado, sin valoraciones sobre la santería que estuviera realizando.
La santería no es la misma para todas las procesiones; es decir, un Cristo cargado con la cruz –un Nazareno– no tiene el mismo paso (con «paso», aquí me refiero al modo o manera de llevar la procesión, no al trono o grupo escultórico procesional) que un Cristo azotado en la columna y, por consiguiente, no se santeará igual que una Virgen dolorosa. En Lucena, aun avisando de que cada manijero puede variar el paso, podemos concretar cinco modos elementales de santear los Cristos: el de la Pollinita, el de Jesús, el de la Columna, el de Cristo crucificado y el del Santo Entierro. El fin estético de cada paso estriba en dotar de cierta teatralidad el momento pasionista: la cuadrilla de santeros pretende imitar cómo se movería realmente la imagen si no fuera una escultura; es decir, se le insufla vida mediante el movimiento con el hombro.

El paso de la Pollinita lleva un suave botado de la parte trasera del trono.
El de Jesús es más botado que el de la Pollinita, con la delantera aguantando. Tanto este como el de la Pollinita es el más empleado para otros Cristos y Santos: Preso, San Juan, Cristo del Amor, Encuentro, Jesús de Medinaceli, Cristo de la Pasión, Cristo del Valle, Cristo de la Humillación, Jesús Caído y Resucitado.
El de la Columna es un paso más corto y rápido y conlleva que toda la cuadrilla trabaje con el hombro al mismo tiempo.
El del Crucificado es sereno, largo y reposado, sin dar de atrás. Asumen este paso los dos crucificados que se procesionan (Cristo de la Sangre y Cristo del Silencio) y otras imágenes quedan fuera del resto de categorías (Lavatorio, Humildad, Huerto).
El del Santo Entierro es el denominado «coleo», en el que los santeros han de ir con las piernas más abiertas o con distinto paso para que parezca que el trono está continuamente meciéndose sobre sí mismo.
En el caso de las Dolorosas, suele distinguirse tres modos: el que podemos denominar estándar de las vírgenes, el de la Virgen de Piedra y el de la Soledad. El paso estándar de las vírgenes es sereno y reposado. También es el empleado en la Alegoría de la Santa Fe y la de la Santa Cruz, y la Santa Mujer Verónica y Santa María Magdalena del Viernes Santo.

El de la Virgen de Piedra es también sereno, más reposado y con paso más corto. Puede equipararse al modelo anteriormente citado, pero consideremos la antigüedad de este paso y de su importancia en la tradición semanasantera como para darle entidad propia de un modelo de santería.
El de la Soledad ahonda más en todo lo dicho: más sereno y más reposado aún.
Respecto a los pasos, he de recordar que son meras anotaciones que no tienen por qué seguir la cuadrilla. Así, en ocasiones, hay dolorosas que no han llevado un paso reposado y Cristos presos que no han sido botados. El paso o modo de santear lo decide el manijero, quien se lo comunicó a sus santeros en las juntas.

Tras la procesión, los santeros, aún ataviados con sus túnicas, parten de la iglesia hacia el lugar donde celebran el llamado «refresco», un pequeño ágape en el que los santeros y sus familias comentan la santería recién vivida.

Pasada la Semana Santa, el manijero deja de serlo de la imagen para la que una cofradía lo eligió. Ahora, al igual que el resto de santeros, espera que alguno de los futuros manijeros le «avíen» para la próxima Semana Santa.

El resultado de lo que hoy se conoce como santería procede de algunos siglos atrás. En Lucena se procesionaba con correón (como hoy se continúa haciendo en la localidad malagueña de Casabermeja), que las antiguas cofradías fueron sustituyendo a lo largo del siglo XIX por el hombro, hasta que en torno a 1880 se suprimen definitivamente los correones y se utiliza únicamente la santería. Poco antes, en torno a 1865, se creó el primer timbre de la santería en el Cristo de la Humildad (Archicofradía del Carmen)




Ntra Señora de los Dolores "Servitas"






Santísimo Cristo de la Sangre (S.XX)
(En la actualidad ya no procesiona como paso de misterio)









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